El entorno que vives.
Has visto a tu
alrededor, y sabes que las cosas no están bien en todo el mundo; la maldad en
todas sus formas lo ha aprisionado con sus tentáculos devoradores debido a las
consecuencias de la descarada rebelión contra Dios. Te percatas que los tiempos
presentes son como los de Noé. “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra,
y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo
solamente el mal... Y miró Dios la
tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su
camino sobre la tierra” Génesis 6:5,12. Exactamente estamos
iguales o peor... No lo podemos
negar... ¡Estamos en ellos! Cada quien
con su ritmo de vida, planeando para el futuro pero sin tomar en cuenta los
lineamientos que Dios ha dejado establecidos en su palabra.
¡Maldad extrema! Estamos viviendo tiempos previos
al gran juicio de Dios, estamos en los días de Noé “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo
del Hombre. Comían, bebían, se casaban y
se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio
y los destruyó a todos”. Lucas 17:26-27.
Pronto,
la puerta de la Gracia se cerrará, para dar paso a grandes juicios sin
precedentes en la historia de la humanidad. Lee con atención las palabras de exhortación que nuestro Señor
Jesucristo nos hace al respecto: “Mirad también por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de
los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. Porque
como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de
todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre” Lucas 21: 34-36. No pases por
alto estas palabras... Dios te ha
preservado para la “hora undécima”, para
estos tiempos difíciles y peligrosos que se avecinan al mundo... ¡Las cosas se pondrán peor!
Dios te ha
preservado para un propósito grandioso, para que llames a la reconciliación con
él por medio de Jesucristo; aunque la mayoría desechará tan grande oportunidad,
tu deber es hacerlo. “Así que somos embajadores en
nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos que en
nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” 2
Corintios 5:20.
Siembra la Palabra de Dios en
la tierra.
Necesitas
hacerlo; ese es tu llamado... esa es tu misión. “Antes que te
formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por
profeta a las naciones” Jeremías 1:5. No hay otra razón
por la que habitas este mundo. No estar consciente de ello, es no vivir para el
propósito por el cual respiras. Eres sal y luz en medio de un mundo que cada
vez se pudre más y se oscurece. Necesitas marcar la diferencia proyectando una fe activa, un amor entrañable y una esperanza
perseverante.
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere,
¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y
hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de
un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así
alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Mateo 5:13-16.
Actitudes específicas personales.
Ante todo,
mucha oración. ¿Qué debes incluir en tus peticiones?... Consagración. Ponerte bajo las órdenes
incondicionales de Dios... Firmeza en
medio de toda prueba y tentación... Firmeza
para mantener viva la razón de tu existencia sobre la tierra...
Reflexión bíblica
diaria. Quita todo obstáculo que te impida asimilar el contenido de la Palabra
de Dios, para que al descubrir la profundidad de su riqueza la compartas y
practiques con espontaneidad...
Aprovecha al máximo
el tiempo que Dios te concede y los recursos que ha puesto a tu disposición
para divulgar el mensaje de la Palabra de Dios...
Se dócil a las
indicaciones que Dios te dé aunque todo lo veas “cuesta arriba”; su presencia
activa será una realidad ininterrumpida a tu favor.
“He aquí, yo vengo
pronto; retén lo que tienes”
Apocalipsis 3:11.
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José Alfredo Liévano.
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