Dios te creó y predestinó con propósitos eternos; por esta razón tú vives.
Ahora estás aquí, en el plano temporal y terrenal; todo cuanto te sucede
es permitido por él, para tu bien, aunque no comprendas nada.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a
bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que
antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la
imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a
los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó;
y a los que justificó, a éstos también glorificó.”
Romanos 8:28-30
Ahora, en medio de este plano sujeto a realidades temporales y
terrenales, no estamos exentos al dolor
y al sufrimiento; pero todo esto solamente es parte del proceso.
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
Romanos 8:18.
El cambio radical,
definitivo y permanente en la vida de todo cristiano se produce después de la
muerte aunque nuestra lógica no lo digiera o acepte.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que
hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a
él, porque le veremos tal como él es.”
1 Juan 3:2
“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la
manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad,
no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque
también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la
libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación
gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino
que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros
también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención
de nuestro cuerpo.”
Romanos 8:19-23.
No te entristezcas ni te llenes de temor ante la certeza de la muerte. Es necesario que así suceda, es parte
del proceso. Necesitas comprender y tener la firme convicción que tu futuro
está asegurado para siempre EN Cristo.
“Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os
entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que
Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron
en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que
vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los
que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y
con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán
primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos
arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,
y así estaremos siempre con el Señor.”
1 Tesalonicenses 4:17.
Más que información, necesitas convicción en las promesas de Dios; por
eso, cultiva siempre tu vida espiritual por medio de la oración y la reflexión bíblica
para que tales promesas te lleven a esperarlas con gozo y paz.
“Es, pues, la
fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
Hebreos 11:1
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