Hay una verdad innegable que constantemente no deja de evidenciarse ante
nuestros ojos: Todo lo que ha tenido un
inicio, necesariamente tendrá su fin. Así sucederá con el universo y lógicamente
con todo lo que en él hay aunque su duración sea de “millones” de años. Viendo esta realidad desde un plano más
particular, lo vemos en el proceso de la existencia de todos los seres vivos:
nacemos, crecemos, nos reproducimos, envejecemos y morimos. Es la ley de la vida de la cual nadie se
escapa. “Toda
carne es hierba, y toda su gloria como flor del campo. La hierba se seca, y la
flor se marchita...” Isaías 40:6-7.
Es una realidad innegable y comprobable de todos los días. Todos los seres
vivos, incluyéndonos a nosotros, estamos inmersos en esa realidad que en
definitiva no se puede evadir; sin embargo, quienes hemos “nacido de nuevo” por
la obra sobrenatural del Espíritu Santo al creer en Jesucristo, sabemos que
nuestra existencia no se da por finalizada al morir. Les comparto
tres textos bíblicos que lo comprueban:
“Mas a todos
los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad
de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”
Juan 1:12-13.
“En él
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de
la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la
posesión adquirida, para alabanza de su gloria”
Efesios 1:13-14.
“Porque
sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere,
tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”.
2 Corintios 5:1.
Los textos anteriores nos confirman que hay “algo” más allá de las
realidades temporales y terrenales de las que estamos acostumbrados, y que
nuestra lógica ha absolutizado. La lógica
y los sentidos nos ponen “un tope”; sin embargo la realidad del Dios creador del
universo, es la que perdura más allá del tiempo y del espacio.
Los “espejismos” del mundo constantemente nos hacen perder la noción de
nuestra naturaleza espiritual y de nuestro destino eterno; por eso es
importante pedir a Dios que nos “abra los ojos” para “ver” más allá de toda
realidad temporal y terrenal. “Porque por fe andamos, no por vista” 2 Corintios 5:7. Obviamente que se trata de una obra
sobrenatural del Espíritu Santo que obra sobre nuestras estructuras lógicas.
¿CUANDO VEMOS MAS ALLÁ DE LA REALIDAD TEMPORAL Y TERRENAL?
Ø Cuando adquirimos convicciones sobrenaturales en el contenido de la
Palabra de Dios. (Fe)
Ø Cuando “vemos” los acontecimientos de la vida bajo la luz de la Palabra
de Dios. (Discernimiento)
Ø Cuando al reflexionar en la Palabra de Dios recibimos confirmaciones
específicas relacionadas a las circunstancias que en ese momento estamos viviendo.
Ø Cuando vemos el mundo “desde arriba” pero con los pies firmes en la
tierra. (Perspectiva espiritual)
Mientras vivamos inmersos en esta realidad temporal y terrenal no
estaremos exentos de adversidades
extremas y tentaciones seductoras; pero al “ver” más allá de ellas, podremos
enfrentarlas y vencerlas con gozo. “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en
apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero
no destruidos”. 2 Corintios 4:8-9.
Por eso es necesario mantener “abiertos
los ojos” cultivando constantemente nuestra vida espiritual por medio de la oración
y la reflexión de la Palabra de Dios, así como también alejándonos de todo
aquello que nuble nuestra perspectiva; es la única manera como no desmayaremos,
aunque las angustias nos “bombardeen” y parezcan durar “una eternidad”...
“No mirando
nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se
ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”
2 Corintios 4:18.
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@JAlfredoLievano
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