En la Biblia
tenemos afirmaciones claras y definitivas sobre la voluntad de Dios. Dios no
nos ha revelado todas las cosas, pero sí nos ha revelado lo suficiente para que
conozcamos su voluntad: «Lo secreto le pertenece al SEÑOR nuestro Dios, pero lo
revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que
obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt 29:29). Como lo fue en tiempos
de Moisés, así es con nosotros ahora: Dios nos ha revelado sus palabras a fin
de que podamos obedecer sus leyes y por ello hacer su voluntad. Ser «perfecto»
a los ojos de Dios es andar «conforme a la ley del SEÑOR» (Sal 119:1).
«Dichoso» es el hombre que no sigue la voluntad de los malos (Sal 1:1) sino que
«en la ley del SEÑOR se deleita» y en la ley de Dios medita «día y noche» (Sal 1:2). Amar a Dios (y por eso actuar de
una manera que le agrada) es «guardar sus mandamientos» (1Jn 5:3). Si hemos de
tener conocimiento cierto de la voluntad de Dios, debemos procurarlo mediante
el estudio de la Biblia. Dado lo expresado, en cierto sentido se puede decir
que la Biblia es necesaria para cierto conocimiento de cualquier cosa. El
filósofo pudiera argumentar como sigue: El hecho de que no lo sabemos todo nos
exige que tengamos cierta incertidumbre respecto a todo lo que aducimos saber.
Eso se debe a que pudiera asomar algún hecho que no conocíamos y que prueba que
lo que pensábamos que era cierto en realidad era falso. Sin embargo, Dios sabe
todo lo que ha sido y lo que será. Y este Dios, que nunca miente, nos ha
hablado en la Biblia, en la que él nos ha dicho muchas cosas en cuanto a sí
mismo, a nosotros y al universo que él hizo. Nada podrá aparecer jamás que
contradiga la verdad que ha expresado el Dios omnisciente. Así que es correcto
que tengamos más certeza respecto a las verdades que leemos en la Biblia que
respecto a cualquier otro conocimiento que tengamos.
BLOG
TWITTER.
@JAlfredoLievano
No hay comentarios:
Publicar un comentario