jueves, 25 de septiembre de 2014

SEQUIA Y HAMBRE.

Lo que le leerán a continuación está tomado de un folleto titulado “Catorce señales que anuncian el retorno de Cristo”. Autor: Roderick C. Meredith. Es un artículo muy largo pero creo que vale la pena imprimirlo y leerlo. No podemos permanecer ciegos y sordos ante lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Lo que sigue NO es de mi autoría

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Sequía y Hambre.

Sequía y hambre, falta de lluvia y escasez de alimentos. Estas cosas vendrán sobre la tierra en gran escala; en proporciones que jamás se habían visto. Sí, las cosas van a empeorar.
Cuando hay sequías también hay incendios de matorrales e incendios forestales. Y luego, cuando el fuego ha consumido la vegetación, viene el peligro de las inundaciones cuando vuelve la lluvia porque no hay nada en la tierra que retenga el agua. La sequía, el hambre, los incendios y las inundaciones son cosas que suelen estar ligadas entre sí. En Mateo 24:7 Jesús predijo, "Y habrá… hambres". El hambre en grandes sectores del mundo generará competencia y lucha entre los países por la obtención de alimentos. El peligro político y militar aumentará especialmente para los Estados Unidos y los países de la Mancomunidad Británica de Naciones, cuyas tierras han sido el granero del mundo en las últimas décadas.
Los que viven en los países desarrollados del mundo suelen pensar que estas cosas sólo ocurren en lugares como la India, Bangladesh o el África. ¿Cómo puede el hambre atacar países como Estados Unidos? ¡Hoy parece impensable que algún día los supermercados y restaurantes tengan que cerrar sus puertas porque no hay comida! No obstante el hambre, va a azotar a países tales como Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelandia, Australia y otros países desarrollados del mundo. Entendamos lo que Dios dice al respecto, y la razón por la cual lo dice.
La mayoría de la gente no entiende que el Dios Omnipotente es quien tiene el dominio sobre el tiempo atmosférico y que a veces utiliza su poder para castigar a las naciones. El rey Salomón sabía estas cosas. En la ceremonia de la dedicación del templo de Dios en Jerusalén Salomón reconoció el poder de Dios, "Si el cielo se cerrare y no lloviere, por haber ellos pecado contra ti…” (1 Reyes 8:35). ¿Puede suceder que Dios castigue a todo un país por obstinarse en hacer caso omiso de las normas de ética y moral que Dios ha establecido desde la antigüedad? ¡Más vale que lo creamos!.
El libro del Apocalipsis confirma esta profecía sobre el hambre que se avecina. "Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario y seis libras de cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino" (Apocalipsis 6:5-6).
Ahora bien, Dios es misericordioso y paciente con las personas y los países que se arrepienten de su mal proceder. Salomón también tuvo en cuenta este punto en su oración, "Si el cielo se cerrare y no lloviere… y te rogaren en este lugar y confesaren tu nombre, y se volvieren del pecado, cuando los afligieres, tu oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo Israel, enseñándoles el buen camino en que anden; y darás lluvias sobre tu tierra, la cual diste a tu pueblo por heredad" (1 Reyes 8:35-36).
Tenemos que entender que es Dios quien controla el tiempo atmosférico. Dios castiga a los pueblos cuando lo juzga necesario. Si las naciones del mundo buscaran a Dios con un corazón arrepentido, y empezaran a guardar sus leyes y a seguir su camino, entonces no habría plagas en el mundo. Nos preguntamos sin embargo ¿cuántos creen que esto va a suceder?
¿Cuántos creen que los países del mundo van a buscar con un corazón arrepentido al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob? Esta es una profecía que se cumplirá en un futuro no muy lejano; pero entre tanto el mundo tendrá que aprender profundas lecciones con respecto a las catastróficas consecuencias que acarrean todos los sistemas humanos que se oponen a las leyes de Dios.



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