Lo que le leerán a continuación
está tomado de un folleto titulado “Catorce señales
que anuncian el retorno de Cristo”. Autor: Roderick
C. Meredith. Es un artículo muy largo pero creo que vale la pena
imprimirlo y leerlo. No podemos permanecer ciegos y sordos ante lo que está
sucediendo a nuestro alrededor. Lo que sigue NO es de mi autoría
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Sequía y Hambre.
Sequía y hambre, falta
de lluvia y escasez de alimentos. Estas cosas vendrán sobre la tierra en gran
escala; en proporciones que jamás se habían visto. Sí, las cosas van a
empeorar.
Cuando hay sequías
también hay incendios de matorrales e incendios forestales. Y luego, cuando el
fuego ha consumido la vegetación, viene el peligro de las inundaciones cuando
vuelve la lluvia porque no hay nada en la tierra que retenga el agua. La
sequía, el hambre, los incendios y las inundaciones son cosas que suelen estar
ligadas entre sí. En Mateo 24:7 Jesús predijo, "Y
habrá… hambres". El hambre en grandes sectores del mundo generará
competencia y lucha entre los países por la obtención de alimentos. El peligro político y militar aumentará especialmente
para los Estados Unidos y los países de la Mancomunidad Británica de Naciones,
cuyas tierras han sido el granero del mundo en las últimas décadas.
Los que viven en los
países desarrollados del mundo suelen pensar que estas cosas sólo ocurren en
lugares como la India, Bangladesh o el África. ¿Cómo puede el hambre atacar
países como Estados Unidos? ¡Hoy parece impensable que algún día los
supermercados y restaurantes tengan que cerrar sus puertas porque no hay
comida! No obstante el hambre, va a azotar a países tales como Estados Unidos,
Canadá, Gran Bretaña, Nueva Zelandia, Australia y otros países desarrollados
del mundo. Entendamos lo que Dios dice al respecto, y la razón por la cual lo
dice.
La mayoría de la gente no entiende que el Dios Omnipotente es quien
tiene el dominio sobre el tiempo atmosférico y que a veces utiliza su poder
para castigar a las naciones. El rey Salomón sabía
estas cosas. En la ceremonia de la dedicación del templo de Dios en Jerusalén
Salomón reconoció el poder de Dios, "Si el cielo
se cerrare y no lloviere, por haber ellos pecado contra ti…” (1 Reyes 8:35). ¿Puede suceder que Dios castigue a
todo un país por obstinarse en hacer caso omiso de las normas de ética y moral
que Dios ha establecido desde la antigüedad? ¡Más vale que lo creamos!.
El libro del
Apocalipsis confirma esta profecía sobre el hambre que se avecina. "Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser
viviente, que decía: Ven y mira. Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que
lo montaba tenía una balanza en la mano. Y oí una voz de en medio de los cuatro
seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario y seis libras de
cebada por un denario; pero no dañes el aceite ni el vino" (Apocalipsis 6:5-6).
Ahora bien, Dios es
misericordioso y paciente con las personas y los países que se arrepienten de
su mal proceder. Salomón también tuvo en cuenta este punto en su oración, "Si el cielo se cerrare y no lloviere… y te rogaren en
este lugar y confesaren tu nombre, y se volvieren del pecado, cuando los afligieres,
tu oirás en los cielos, y perdonarás el pecado de tus siervos y de tu pueblo
Israel, enseñándoles el buen camino en que anden; y darás lluvias sobre tu
tierra, la cual diste a tu pueblo por heredad" (1 Reyes 8:35-36).
Tenemos que entender
que es Dios quien controla el tiempo atmosférico. Dios castiga a los pueblos
cuando lo juzga necesario. Si las
naciones del mundo buscaran a Dios con un corazón arrepentido, y empezaran a
guardar sus leyes y a seguir su camino, entonces no habría plagas en el mundo.
Nos preguntamos sin embargo ¿cuántos creen que esto va a suceder?
¿Cuántos creen que los
países del mundo van a buscar con un corazón arrepentido al Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob? Esta es una profecía que se cumplirá en un futuro no muy
lejano; pero entre tanto el mundo tendrá que aprender profundas lecciones con
respecto a las catastróficas consecuencias que acarrean todos los sistemas
humanos que se oponen a las leyes de Dios.
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