sábado, 4 de febrero de 2012

Y DIOS SIGUE ADVIRTIENDO...

Dios sigue advirtiéndole a la humanidad antes que sus juicios se derramen sobre toda la tierra. Así como en los tiempos previos al diluvio y a la destrucción de Sodoma, también lo hace hoy.
No faltan los burladores que hacen mofa de tales advertencias, y reaccionan desafiando a Dios con sus palabras soberbias y conducta pecaminosa.

Dios, por medio de sus portavoces, está mostrándole al mundo la “radiografía” actual en que se encuentra, pero casi nadie toma en cuenta sus advertencias. Sin embargo, los cristianos comprometidos con la tarea de llevar la Palabra de Dios hasta el último rincón del mundo, hemos de perseverar en ella.

¡No desmayemos en nuestra tarea aunque a nadie le importe!

A Noé nadie le tomo en serio sus advertencias, y cuando nadie lo esperaba,  el juicio cayó repentinamente.

Pongamos atención a los acontecimientos actuales. En medio de ellos hemos de percibir, asimilar y comunicar las advertencias que Dios le hace al mundo. Aprovechemos los recursos que tenemos a nuestra disposición para hacerlo. Por algo ha permitido Dios que los tengas.

Vienen hechos sin precedentes en la historia de la humanidad.
¡Es necesario advertir y llamar al arrepentimiento!

No temas cumplir con la orden que Dios te está demandando en estos tiempos tan difíciles y confusos.

A continuación te comparto el tercer capítulo de la segunda carta del apóstol Pedro en la versión de lenguaje actualizado:

Amados hermanos en Cristo, ésta es la segunda carta que les escribo. En las dos he querido darles consejos, para que puedan pensar correctamente. Recuerden el mensaje que los profetas de Dios nos dieron hace mucho tiempo. No olviden el mandamiento que nos dio nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y que los apóstoles les enseñaron a ustedes.

En primer lugar, tomen en cuenta que, en los últimos días, vendrán algunos que sólo pensarán en sus malos deseos. Se burlarán de ustedes y les preguntarán: “¿Qué pasó con la promesa de que Jesucristo regresaría? Ya murieron nuestros padres, ¡y todo sigue igual que cuando el mundo fue creado!”
Esa gente no quiere darse cuenta de que, hace mucho tiempo, Dios creó los cielos y la tierra, y de que con sólo una orden separó la tierra y los mares. Además, Dios usó el agua del diluvio para destruir al mundo de esa época;  pero, con ese mismo poder, ha dado la orden de que, en el momento indicado, los cielos y la tierra que ahora existen sean destruidos con fuego. Serán quemados el día en que Dios juzgue a todos y destruya a los que hacen el mal.

Además, hermanos míos, no olviden que, para el Señor, un día es como mil años, y mil años son como un día. No es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Lo que pasa es que Dios tiene paciencia con ustedes, porque él no quiere que nadie muera, sino que todos vuelvan a obedecerle.

Pero cuando el Señor Jesús regrese, vendrá como cuando un ladrón entra en una casa a robar. En ese día, los cielos desaparecerán en medio de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la tierra y todo lo que hay en ella desaparecerán.

Ya que todo será destruido de esa manera, ustedes deben obedecer sólo a Dios, hacer el bien, y esperar con ansias el día en que Dios juzgará a todo el mundo. Ese día, el fuego destruirá los cielos y derretirá las estrellas. Pero nosotros esperamos el cielo nuevo y la tierra nueva que Dios ha prometido, donde todo será bueno y justo.

Por eso, queridos amigos, mientras esperan que esto suceda, hagan todo lo posible por estar en paz con Dios, y para que él los encuentre sin pecado. Recuerden que nuestro Señor Jesucristo nos trata con paciencia, para que podamos ser salvos. Ya nuestro querido compañero Pablo les ha escrito acerca de esto, y fue Dios mismo quien se lo explicó. En todas sus cartas Pablo les ha hablado de esto, aunque algo de lo que dice en ellas no es fácil de entender. Por eso no las entienden la gente ignorante ni los que no confían en Cristo, y luego las explican mal. Lo mismo hacen con toda la Biblia, y por eso Dios los castigará.

Queridos amigos, con esto quedan advertidos. Así que cuídense mucho, no sea que los engañe la gente malvada y ustedes dejen de creer firmemente en Dios. Mejor dejen que el amor y el conocimiento, que nos da nuestro Señor y Salvador Jesucristo, los ayude a ser cada vez mejores cristianos.

¡Alabemos a Jesucristo ahora y siempre!
Amén.

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