Que el resultado de nuestra reflexión bíblica permanezca arraigado en nuestros corazones, para que la llama de la fe se mantenga viva, nuestras convicciones cristianas se fortalezcan y nuestra conducta sea un reflejo espontáneo en el diario vivir. Que podamos decirle al Señor... "He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti" (Salmo 119,11)
La palabra de Dios nos dará siempre la enseñanza correcta que hemos de atesorar, la ruta correcta que hemos de seguir, el consuelo que aliviará nuestras tristezas, la sanidad de nuestras almas, las promesas que estimularán nuestra fe y todo aquello que contribuya a nuestro bienestar espiritual.
Eterno Dios:
¡Cuánto amo tu enseñanza!
¡Todo el día medito en ella!
Salmo 119, 97
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