jueves, 16 de junio de 2016

CARTA A UN HIJO PRODIGO...


Dios es tu Padre y no te ha abandonado; fuiste tú quien decidió abandonarlo a pesar de saber que enfrentarías todo tipo de consecuencias, muchas de ellas irreversibles. Pasó el tiempo y tocaste fondo. Pensaste que independizándote de él, las cosas iban a ser mejores. Las consecuencias que cosechaste por tu obstinación al pecar fueron terribles; y ahora cero posibilidades de levantarte, de recuperar las oportunidades que perdiste, de volver donde deberías de haber estado. Todos tus “soportes” fueron quebrados y demolidos. Tú mismo (a) te encerraste en una prisión que elaboraste sabiendo que no te convenía.     Sin embargo, hubo alguien que pasó por lo mismo por ti, y que al reconocer su condición fue recibido y restaurado por su padre.

Te presento la historia...

“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos.Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse.”     (Lucas 15:11-24)



Ø Reconoce delante de Dios, tu Padre, que fuiste tú quien tomó la decisión de alejarte de él.


Ø Reconoce delante de Dios, tu Padre, que pecaste; pídele perdón.


Ø Levántate y decide emprender el regreso a los brazos de tu Padre que te esperan para fundirse en un abrazo contigo.


Ø No vuelvas atrás.



POR LA GRACIA Y LA MISERICORDIA DE DIOS:

Ø Las puertas de la prisión que tú mismo (a) fabricaste, serán abiertas.

Ø Las consecuencias de tus errores serán reorientadas para bien.

Ø Recuperarás todas las oportunidades que perdiste.

Ø Volverás donde debías de haber estado.

Ø Tu vida será restaurada.



Sin embargo, necesitas recordar que las fuerzas del mal, lideradas por Satanás, buscarán por todos los medios y estrategias seductoras apartarte de Dios; por lo que es vital que te revistas de su armadura.

“Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes”     (Efesios 6:11-13)

Es necesario que alimentes tu relación con Dios, tu Padre hablando con él y escuchando su voz por medio de la reflexión bíblica. Es importante que dispongas un tiempo específico y un lugar libre de interferencias.

“Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu”     (Efesios 6:16-18)



A PARTIR DE HOY, TODO SERA DIFERENTE...

Gracias Padre, porque mi vida no pasa inadvertida delante de ti.
Gracias Padre, por tu amorosa y estricta disciplina.
Gracias Padre, por levantarme y restaurarme.

Gracias Padre, por el consejo oportuno que siempre me das en tu Palabra.
Gracias Padre, porque siempre me adviertes a tiempo.
Gracias Padre, por hacerme partícipe de tus promesas.

Gracias Padre, porque no me das vanas esperanzas.
Gracias Padre, porque cumplirás tus propósitos eternos en mí.
Gracias Padre, por concederme la ciudadanía celestial por medio de Jesucristo.

Gracias Padre, porque a partir de hoy, todo será diferente.





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@JAlfredoLievano

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