jueves, 7 de enero de 2016

HUMILDAD ES...


HUMILDAD ES...

Reconocer nuestra ausencia total de méritos ante Dios y de capacidades propias para llevar una vida al estilo de Cristo...    Reconocer que por nosotros mismos somos incapaces de dar frutos dignos de arrepentimiento...    Reconocer que en nuestras fuerzas somos como árboles secos e improductivos...    Reconocer que fácilmente nos dejamos fascinar por las tentaciones...    Reconocer que somos propensos a dejarnos llevar por nuestros impulsos pecaminosos...    Reconocer que no podemos cortar radicalmente con todo lo que nos separa de Dios.


HUMILDAD ES...

Reconocer que el Espíritu Santo en nosotros es el único capaz de hacer transformaciones profundas y radicales en nuestro interior...    Reconocer que el Espíritu Santo produce en nosotros el deseo de arrepentirnos de nuestros pecados...    Reconocer que el Espíritu Santo nos impulsa a enderezar los caminos torcidos...    Reconocer que el Espíritu Santo nos motiva hacia la obediencia radical de la Palabra de Dios...    Reconocer que el Espíritu Santo pone en nosotros el deseo de servir como Cristo lo hizo...    Reconocer que el Espíritu Santo es quien nos frena para no ceder ante las tentaciones que continuamente nos presionan...    Reconocer que el Espíritu Santo nos da fuerza en la debilidad...    

HUMILDAD ES...

Reconocer nuestra necesidad continua de Dios. “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.” Salmo 63:1...   Buscarle continuamente en la oración para fortalecernos en el cumplimiento de su voluntad. “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Mateo 26:41...    Buscarle en la reflexión bíblica para crecer en el conocimiento de su voluntad. “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” 1 Pedro 2:2... 




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