Que bendigas al que te maldice... que ores por los que te calumnian... que hagas el bien a los que te aborrecen... que le des a quien te pida... que hagas con los demás como tú quieres que
hagan contigo... que no esperes nada a
cambio de lo que haces...
Todo lo anterior son demandas extremadamente
difíciles e imposibles de sobrellevar a menos que sea el Espíritu Santo que te
impulse a hacerlo de manera espontánea. Es necesario que con su ayuda
desarrolles un corazón compasivo como el de Cristo.
“Amad a
vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os
maldicen, y orad por los que os calumnian. Al que te hiera en una mejilla,
preséntale también la otra; y al que te quite la capa, ni aun la túnica le
niegues. A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas
que te lo devuelva. Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así
también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué
mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si
hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los
pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir,
¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para
recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad,
no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del
Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues,
misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.”
Lucas 6:27-36.
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