Dios es atemporal en su propio ser.
El hecho de que Dios no tiene ni principio ni fin se ve en el Salmo 90:2: «Desde antes que
nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos
antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios». Similarmente,
en Job 36:26 Eliú dice de Dios: «¡Incontable es el número de sus años!» La
eternidad de Dios también la sugieren pasajes que hablan del hecho de que Dios siempre
es o siempre existe. «Yo soy el Alfa y la Omega —dice el SEÑOR Dios—, el que es y
que era y que ha de venir, el Todopoderoso» (Ap 1:8; cf. 4:8). El hecho de que Dios nunca empezó a existir
también se puede deducir del hecho de que Dios creó todas las cosas y que él es
en sí mismo un espíritu inmaterial. Antes de que Dios hiciera el universo
no había materia, pero entonces él creó todas las cosas (Gn 1:1; Jn 1:3; 1 Co 8:6; Col 1:16; He 1:2). El estudio de la física nos dice que la materia, el tiempo y
el espacio deben ocurrir juntos: si no hay materia no puede haber ni espacio ni
tiempo. Así que antes de que Dios creara el universo no había «tiempo», por lo
menos no en el sentido de una sucesión de momentos consecutivos. Por
consiguiente, cuando Dios creó el universo, también creó el tiempo. Pero antes
de que hubiera un universo, y antes de que hubiera tiempo, Dios siempre
existía, sin principio y sin ser influido por el tiempo. En algunos lugares la
Biblia habla de que Dios existía o actuaba «antes» de que existiera la creación
o el tiempo. El Salmo 9:2 habla de Dios «antes que nacieran los montes» y «[antes] que crearas la
tierra y el mundo». Efesios 1:4 dice que Dios nos escogió en Cristo «antes de la
creación del mundo». Más notablemente Judas 25 dice esto: ¡Al único Dios,
nuestro Salvador…sea la gloria, la majestad, el dominio y la autoridad, por medio
de Jesucristo nuestro Señor, antes de todos los siglos, ahora y para siempre!
Amén. Aquí Judas atribuye gloria, majestad, dominio y autoridad a
Dios «antes de todo el tiempo. Es significativo que los tres descriptivos que
usa Judas indican una secuencia de pasado, presente y futuro («antes de todo el
tiempo», «ahora», «para siempre»), indicando así que la frase está traducida
correctamente como «antes de todo el tiempo».
Los pasajes bíblicos antedichos, y el hecho de que Dios siempre existió,
incluso antes de que hubiera tiempo, se combinan para indicarnos que el propio
ser de Dios no tiene sucesión de momentos o ningún progreso de un estado de
existencia a otro. Para Dios toda su existencia siempre es de alguna manera
«presente», aunque hay que reconocer que para nosotros la idea es
extremadamente difícil de entender, porque es una clase de existencia diferente
de la que nosotros experimentamos.
Dios ve todo tiempo con la misma
agudeza. Leemos en el Salmo 90:4: «Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó;
son como unas cuantas horas de la noche». En el Nuevo Testamento
Pedro nos dice «que
para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día» (2 P
3:8). Estos versículos en conjunto nos ayudan a imaginarnos la manera en que
Dios ve el tiempo. Por un lado Dios ve mil años «como el día de ayer». Él puede
“recordar” con detalles todo lo acaecido hace mil años por lo menos tan
claramente como nosotros podemos recordar lo que sucedió «ayer». Cuando nos
damos cuenta de que «mil años» no implica que Dios se olvida de las cosas
después de mil cien o mil doscientos años, sino que solo es una figura de
dicción para denotar un período de tiempo extremadamente largo, tan largo como
podamos imaginarlo, se hace evidente que toda la historia pasada Dios la ve con
perfecta claridad y viveza: todo el tiempo desde la creación es para Dios como
si acabara de ocurrir. Por otro lado, para Dios «un día es como mil años»; o
sea, cualquier día desde la perspectiva de Dios parece durar «mil años». Es
como si el día nunca terminara, sino que siempre está siendo experimentado. De
nuevo, puesto que «mil años» es una figura de dicción que quiere decir «toda la
extensión de tiempo que podamos imaginar», o «toda la historia», podemos decir
a partir de este versículo que en su conciencia y por la eternidad cualquier
día le parece a Dios como presente. Estas dos afirmaciones juntas muestran una
asombrosa manera de ver el tiempo: toda la amplitud de la historia es tan
vívida como si fuera un breve hecho que acaba de suceder, pero cualquier breve
hecho ¡es como si durara para siempre! Ningún acontecimiento se diluye de la
conciencia de Dios. Podemos concluir, por consiguiente, que Dios ve y sabe con
igual intensidad todos los acontecimientos pasados, presentes y futuros. Con
respecto al futuro, Dios frecuentemente dice por los profetas del Antiguo
Testamento que solamente él sabe y puede declarar acontecimientos futuros.
Leemos en Isaías: “Yo soy Dios, y no hay ningún otro, yo soy Dios, y no hay nadie igual a
mí. Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que
está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo”
(Is 46:9-10).
Así que Dios de cierta manera está
por encima del tiempo y es capaz de verlo todo como presente en su consciencia.
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@JAlfredoLievano
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