No se trata sólo de saberlo, sino de digerirlo con la
ayuda del Espíritu Santo. Teóricamente lo sabemos y hasta lo cantamos en
nuestras congregaciones; sin embargo es necesario que ahora entendamos por qué
Dios es “NUESTRO DIOS”.
No es lo mismo afirmar que le
pertenecemos A Dios, a afirmar que Dios NOS pertenece.
El punto de partida para comprender que Dios es “NUESTRO
DIOS”, es porque él es NUESTRO PADRE. Los cristianos tenemos todo el derecho de
decirle “PAPÁ” a Dios; al respecto el apóstol Juan escribe en su evangelio: “Mas a todos los que le recibieron (a Jesucristo),
a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad
de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). Desde el
momento que reconocemos a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestras vidas recibimos
por su GRACIA la nueva identidad celestial.
¿QUE PRIVILEGIOS OBTENEMOS DE NUESTRO PADRE
CELESTIAL?
Veamos algunas...
Ø Nos escogió
EN Cristo desde antes de nacer.
Ø Nos envía al
mundo para que cumplamos con una misión asignada por él.
Ø Nos preserva
para sus propósitos eternos. (Fíjate bien, “eternos”, no sólo temporales)
Ø Nos enseña y
recuerda con la asistencia de su Espíritu sus Palabras reveladas en la Biblia.
Ø Nos escucha
siempre.
Ø Suple todas nuestras
necesidades espirituales, emocionales físicas y materiales. (Con y en él
estamos completos)
Éstos y muchos más privilegios obtenemos de nuestro
Padre Eterno que está en los cielos. ¿Qué más queremos?, si con él todo lo
tenemos. (Sería bueno que
reflexionáramos en cada uno de ellos)
¿CÓMO NO PERDER LA NOCIÓN DE NUESTRA IDENTIDAD
DE HIJOS DE DIOS?
Ø Manteniendo
la comunión íntima con Él por medio de la oración y la reflexión bíblica.
Ø Quitando
toda interferencia interna y externa que estorbe nuestra relación con él.
Ø Testificando
con nuestras Palabras y estilo de vida en donde estemos o vayamos.
Hemos reflexionado sobre la razón por la que
Dios es “NUESTRO” Dios, hemos visto algunos privilegios que obtenemos al respecto y como no hemos de perder la
noción de esta gloriosa identidad.
“Mas
yo en ti confío, oh Jehová; digo: Tú eres MI DIOS”
Salmo 31:14
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