Mira
a Dios en las acciones poderosas y soberanas que realiza a tu favor.
Demasiada coincidencia para pensar que no sea así. Alégrate por todo lo que te
permite pasar, aunque no entiendas sus razones. Todo es por tu bien. Nada hay
que escape de su poder soberano, aunque parezca que las acciones humanas con
sus consecuencias lo neutralizan y dominan todas las circunstancias.
Aunque no entiendas nada, Dios está
consumiendo ahora todo lo que se opone a sus propósitos, te está despejando tus
caminos para que llegues a la meta que él te estableció. Así que no te extrañes
de lo que pase a tu alrededor, porque aun se valdrá de circunstancias que nada
tienen que ver contigo. Todo es para bien, acuérdate. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son
llamados” (Romanos 8:28).
Pase
lo que pase, mantén tu visión en la misión que Dios te ha encomendado.
Ve donde te lo indique sin dejar de sembrar su Palabra a lo largo del trayecto
que te falte por recorrer. Su presencia real, activa y constante estará siempre sobre ti. “Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el
fin del mundo” (Mateo 28:20)
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