viernes, 6 de marzo de 2015

EL MANDAMIENTO MAYOR


Es necesario andar en los lineamientos específicos que nuestro Señor Jesucristo nos ha mandado, los cuales se resumen en dos. Veamos la referencia bíblica.

Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos? Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos” (Marcos 12: 28-31)


AMAR A DIOS.
El amor a Dios debe ser espontáneo, pero para que eso se produzca, es necesario cultivar la relación con él por medio de la oración y la reflexión bíblica. A medida que incrementes la relación con él, su Espíritu inundará tu alma para producir en ti un deseo intenso de corresponderle  con espontaneidad mediante una vida de obediencia incondicional. Se trata de un amor genuino que  brota de lo más profundo de tu interior.


AMAR AL PROJIMO.
Cuando el Espíritu Santo gobierna tu interior, sientes la necesidad espontánea de amar a tu prójimo hasta las últimas consecuencias, de solidarizarte ante las diversas necesidades que enfrenten, de buscar su bien antes que el tuyo mismo,  de practicar el perdón y la justicia.


Dios te ha insertado en el mundo para que evidencies coherentemente sus Palabras, para que seas luz en medio de él. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16) Por eso es necesario que constantemente te examines  bajo la iluminación escrutadora de la Palabra de Dios para que quites todo estorbo que te impida reflejarla. 

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