miércoles, 14 de enero de 2015

“Y VOLVER ATRÁS... ¡TRAE CONSECUENCIAS!

Antes de iniciar esta reflexión, preguntémonos:

¿En qué consiste la parálisis espiritual?
Es un estado crónico de improductividad espiritual en todas las áreas de la vida.  
Sencillamente no hay frutos en la vida cristiana. Y eso de nada sirve.
Al respecto dice nuestro Señor Jesucristo...

“Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.”
Mateo 7:16-20


Si te has percatado que no estás dando frutos en tu vida cristiana, por algo será.
Estás consciente que así es, y es posible que te hayas hecho la siguiente pregunta:

“¿Si Dios es poderoso para cambiarme, entonces por qué no lo hace?”

Dios SI tiene autoridad poderosa y soberana sobre tu vida. El problema es que haces mal uso de tu libertad y optas por recoger las cadenas que él ya te rompió. Procedes así, debido a la tendencia pecaminosa que a todos nos caracteriza como seres humanos. Ten presente que el hecho de “ser libres en Cristo”, no quiere decir que NO nos sintamos inducidos por el pecado que mora en nosotros. Somos tentados todo el tiempo.
 Al respecto, el apóstol Pablo escribe:

Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.”
Romanos 7:15-20

Somos extremadamente vulnerables a caer en tentación debido a nuestra tendencia pecaminosa. Lo sabemos de sobra: Somos débiles, y por tal razón sabemos también que necesitamos del recurso de la oración y la reflexión bíblica para fortalecernos. No hay otra manera.  Nuestro Señor Jesucristo nos lo dice:

Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”
Mateo 26:41.

“Más el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad (la palabra de Dios), y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”
Santiago 1:25


Dios NO hará lo que esté a tu alcance lograr. Ha puesto en tus manos el recurso de la oración y la Biblia para que te fortalezcas; para que al hacerlo, su Espíritu te impulse de manera espontánea a deleitarte en las verdades espirituales, a obedecer y reflejar sus frutos. Es necesario que cultives tu vida espiritual, lo sabes, pero no lo haces.


Una vida SIN oración y reflexión bíblica te hace volver atrás.

Y volver atrás …   ¡Trae consecuencias!
Dios permite que las consecuencias te enseñen lo trágico que es retroceder.

No orar y no reflexionar en la Palabra de Dios es volver atrás.
Cuando vuelves atrás, te secas. Te conviertes en un árbol con frutos malos, y es por eso que Dios interviene siempre a tiempo con amorosa disciplina para evitar que te seques por completo.
En esta disciplina Dios actúa “como sí” se desentendiera completamente de ti, dejándote a merced de tus propias consecuencias, para que “en el fondo del fondo” recapacites de tu situación y te levantes con su GRACIA.
Lee lo que dice la carta a los hebreos:

“y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.
Hebreos 12:5-13.


Ya no sigas bloqueando el PODER de Dios, quien quiere darte la capacidad para proceder en toda buena obra. Mientras te mantengas en esa crónica debilidad espiritual debido a tu falta de oración y reflexión bíblica, de igual manera seguirás mostrando frutos enfermos y malos.

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
Hebreos 13:20-21



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José Alfredo Liévano
Twitter.  @JAlfredoLievano  



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