Dice Dios de sí mismo: “¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis?...” Isaías 40:25.
Dios no tiene parámetro de comparación, es totalmente fuera de serie. Es por demás que trates de “encasillarlo” en tu mente. No se puede. Todas las grandezas que observas en el universo, son apenas un leve resplandor de su poder. “He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; y cuán leve es el susurro que hemos oído de él; pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?” Job 26:14.
Los atributos de Dios exceden toda lógica humana; por eso fue necesario que en un punto de la historia, se manifestara visiblemente por medio de Jesucristo. El apóstol Juan escribe al respecto: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer”. Juan 1:18. Todo lo que queremos saber sobre Dios, lo encontramos en Jesucristo: El Dios hecho hombre. Es por medio de él, que nos constituimos en hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron (a Jesucristo), a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Juan 1:12.
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Somos hijos del Dios incomparable.
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Que enorme privilegio que seamos los hijos del dueño absoluto del todo el universo. Esta es la certeza que hemos de tener siempre. Al respecto el apóstol Pablo escribe en su carta a los romanos: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”. Romanos 8:16-17. No perdamos jamás la noción de nuestra identidad y nuestro destino.
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Como hijos del Dios incomparable, tenemos garantizada su asistencia continua a lo largo de nuestra estancia en la tierra.
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Abandónate bajo sus cuidados de Padre; él sabrá como te forma y te conduce a lo largo de tu peregrinaje sobre las sendas peligrosas de este mundo, aunque no entiendas nada de sus procedimientos. Todo lo que te acontece hoy, está bajo su control total. Nada se le escapa de sus manos. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Romanos 8:28. Olvídate de poner tu confianza en las personas, cosas y acontecimientos. Todo depende absolutamente de Dios. Nadie podrá estorbar lo que se proponga hacer contigo; él te lo dice ahora: “Aun antes que hubiera día, yo era; y no hay quien de mi mano libre. Lo que hago yo, ¿quién lo estorbará?” Isaías 43:13.
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Necesitas depender del Dios incomparable, sin anteponer tus razonamientos lógicos.
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Ya no te angusties...
Ya no temas...
Ya no te desesperes...
Mira como Dios te habla ahora con claridad al decirte lo siguiente: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra”. Salmo 46:10. Definitivamente Dios hará lo que no puedes hacer. El hará lo imposible para resolver tus problemas, aunque todo a tu alrededor se desmorone; por eso es necesario que declares lo siguiente: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; Aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”. Salmo 46: 1-3. Suceda lo que suceda, tú descansaras en el Dios incomparable. Descansaras en tu Padre; será él quien te hará fructificar en el “desierto”, aunque todo se haya derrumbado y consumido al tu alrededor. Nadie te podrá remover de donde estés...
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Espera siempre en el Dios incomparable. El es tu Padre...
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No le cuestiones, solamente créele...
Ya viste en días recientes como “a tiempo” llegó todo lo que estabas esperando. ¿Casualidad?... ¡No!; fue Dios demostrándote que él siempre está pendiente de todos tus detalles. Sus ángeles serán enviados oportunamente para que te asistan. Recuerda que tienen la orden para hacerlo siempre. “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán, para que tu pie no tropiece en piedra”. Salmo 91:11-12.
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¡Alaba a Dios!
El es tu Padre incomparable.
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