Al permanecer arraigados en Jesucristo, somos capacitados con sus dones para que llevemos a cabo la misión de difundir el evangelio desde nuestra vocación.
Al permanecer arraigados en Jesucristo, tenemos la sabiduría de lo alto para saber qué hacer y como proceder ante cada circunstancia que se nos presente en la vida.
Al permanecer arraigados en Jesucristo, experimentamos la necesidad espontánea de vivir en obediencia radical a su palabra.
Al permanecer arraigados en Jesucristo, nos constituimos en árboles fructíferos en el lugar donde hemos sido plantados.
Al permanecer arraigados en Jesucristo, tenemos la bendición de tener el favor de Dios en todo momento y lugar.
Al permanecer arraigados en Jesucristo, gozamos de su paz en medio de las diversas circunstancias de la vida.
"Yo soy la vid, ustedes los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí nada pueden hacer"
Juan 15,5
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