Un verdadero hijo de Dios tiene la firme convicción del mensaje del evangelio.
Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único Jesucristo, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él.
Jn 3, 16-17
Un verdadero hijo de Dios es testigo al mundo de un Cristo vivo que venció los lazos de la muerte.
Dios ha resucitado a ese mismo Jesús,
y de ello todos nosotros somos testigos
Hech 2,32
y de ello todos nosotros somos testigos
Hech 2,32
Un verdadero hijo de Dios tiene la disposición de difundir las enseñanzas de Cristo hasta donde sea posible.
Porque así nos mandó el Señor, diciendo:
“Te he puesto como luz de las naciones,
para que lleves mi salvación
hasta las partes más lejanas de la tierra.”
Hech 13, 47
Un verdadero hijo de Dios tiene la disposición total de obedecer y reflejar las enseñanzas de Cristo.
Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos.
Jn 13, 34-35
Un verdadero hijo de Dios no le teme a ninguna clase de adversidad porque está seguro que descansa bajo su cobertura protectora.
Así que podemos decir con confianza:
El Señor es mi ayuda; no temeré.
¿Qué me puede hacer el hombre?
Hb 13,6
Un verdadero hijo de Dios se constituye en evidencia pública del poder transformador y sobrenatural del Espíritu Santo.
Pero esta riqueza la tenemos en nuestro cuerpo, que es como una olla de barro, para mostrar que ese poder tan grande viene de Dios y no de nosotros
2 cor 4, 7
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