Dios no te ha excluido
de sus planes eternos, formas parte de ellos a pesar de los diversos y grandes
errores cometidos a lo largo de tu vida; necesitas tener esta plena certeza
aunque todos te censuren y te consideren indigno (a) “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que
no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en su presencia. Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús,
el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y
redención” (1 corintios 1:26-30).
No esperes en tu sabiduría, ni en tus capacidades, ni en tu posición en
la sociedad, ni en tus fuerzas, ni en tus méritos personales, ni en la opinión que
otros tengan sobre tu persona. A ti te corresponde hacer lo que está a tu
alcance cultivando tu vida espiritual, siguiendo las enseñanzas de Cristo y siendo
fiel en la difusión de la Palabra de Dios; él hará lo que eres incapaz de
lograr por tus propios medios.
¡No
te desanimes al confrontarte contigo!
Es de esperar
que personas cercanas a ti te hagan sentir mal por cada acción equivocada o por
las debilidades que a diario te hacen caer.
Dios conoce tu corazón, tus intenciones, tus dificultades, tu propia
historia; es necesario que sus propósitos se cumplan en ti. Ahora, te recuerda las mismas palabras que
le dijo al usurpador e impostor Jacob: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera
que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que
haya hecho lo que te he dicho” (Génesis 28:15) ¡Créelo ahora! ¡Si Dios te lo promete así será!
¡Créelo sin poner barreras a tu lógica!
¡Espera
en Dios!
Él
se mantiene fiel contigo.
La acción transformadora
de Dios viene “de arriba”, es sobrenatural; él hará contigo lo que eres incapaz
de hacer. Todo lo que te ha sucedido
en tu historia pasada, lo que te sucede ahora y sucederá mañana es parte del
proceso para lo que fuiste predestinado (a) por él. Necesitas tener la
seguridad que todo lo relacionado contigo está bajo su control soberano, y que
al final sus propósitos eternos se habrán cumplido. “Estando persuadido de esto, que el que
comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”
(Filipenses 1:6). Aunque ahora
tus esperanzas sean nulas, aunque todo lo veas incierto y desalentador, aunque
te consideres ineficiente ante Dios, para él no lo eres; él mira su obra
perfecta terminada en ti.
Ahora
estás en el proceso...
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José Alfredo Liévano.
PENSEMOS EN DIOS
@JAlfredoLievano
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