domingo, 4 de octubre de 2015

OÍR Y GUARDAR LA PALABRA DE DIOS.


En esta ocasión reflexionaremos en el siguiente versículo bíblico:   “Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios, y la guardan”. Lucas 11:28.   Aquí vemos que sobresalen dos verbos importantes a  tomar en cuenta: “oyen” y “guardan”.  
“Oír”  indica el proceso de asimilarla y entenderla bajo la guía sobrenatural del Espíritu Santo.
“Guardar” indica creerla sin ningún cuestionamiento lógico, así con la mente crédula y humilde de un niño.  
Por lo tanto, “oír” y “guardar” la Palabra de Dios te llevará a practicar espontáneamente sus enseñanzas.

¿Qué te impide “oír” y “guardar” la Palabra de Dios?   Al menos descubro tres causas primarias que desencadenan en terribles consecuencias:   La incredulidad que nace del razonamiento lógico,    el egoísmo como la tendencia humana de buscar los intereses personales antes que de los demás y los instintos pecaminosos como reacciones naturales de la carne.   Son estas tres causas como la levadura que constantemente “fermenta” tu alma.

¿Qué hacer para contrarrestar esta “levadura”?   Necesitas exponerte a la Palabra de Dios en un clima de oración para que su acción viva y eficaz produzca cambios profundos y radicales en tu interior, tales como:

Ø Convicción sobrenatural en su contenido, discernimiento espiritual y sabiduría para proceder de acuerdo a sus indicaciones.

Ø Amor incondicional a Dios y al prójimo reflejado en obediencia espontánea a sus preceptos.

Ø Fuerza para vencer todo tipo de tentación que pretenda doblegarte.

Ø Valentía para proceder en contra de la corriente establecida por el mundo.

No habrá mayor gozo  que vivir en esa comunión íntima y perfecta con tu Creador por medio de Jesucristo.   Gozo pleno e insustituible durante los días que vivas sobre la tierra, y sumo gozo en las moradas eternas.


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