El perdón de
Dios lo tenemos siempre a nuestra disposición; él no ignora nuestra débil
condición humana, no ignora nuestra propensión a caer. “Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de
que somos polvo” (Salmo 103:14)
Así como el polvo es arrastrado por cualquier viento, así somos propensos los
seres humanos a ser arrastrados por todo tipo de tentaciones. Tarde o temprano siempre somos víctimas de
nuestras debilidades. No en vano en la
carta a los romanos, Pablo hace referencia a ese estado permanente nuestro. “Como está
escrito: No hay justo, ni aun uno” (Romanos
3:10). Ninguno de
nosotros se puede presentar con la “frente en alto” delante de Dios para
justificarse por sus acciones, es imposible. No hay día que fallemos aun hasta
con un mínimo pensamiento. Nuestro record NO es intachable; por eso, el único
que nos justifica delante de Dios es nuestro Señor Jesucristo. La enseñanza al respecto se encuentra
saturada a lo largo de todo el Nuevo Testamento. “La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para
todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo
Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados” (Romanos
3:22-25). Nuestra
JUSTICIA no la alcanzamos por nuestros méritos, sino por la obra que Jesucristo
hizo en la cruz a nuestro favor. Sin embargo, el hecho de ser JUSTIFICADOS
por la obra que hizo Jesucristo en la cruz en favor nuestro, no se constituye
en pretexto para que pequemos deliberadamente, ya que la presencia activa del
Espíritu Santo que mora en nuestro interior nos motiva a hacer lo bueno y nos da la fuerza para no caer; de ahí
que es de vital importancia alimentar nuestra vida espiritual para no caer en
tentación. De hecho nuestro Señor Jesucristo nos lo ordena: “Velad y orad, para que no entréis en
tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. (Mateo 26:41). Como mencioné al inicio de esta reflexión,
todos somos propensos a caer en tentación debido a nuestra tendencia
pecaminosa, pero si eso llega a ocurrir recordemos lo que nos dice su Palabra: “Hijitos míos,
estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a
Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1-2)... “Si decimos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel
y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en
nosotros” (1 Juan 1:8-10). Reconozcamos
siempre nuestra tendencia a pecar, pero que NO se constituya en un pretexto
para hacerlo. Si el Espíritu santo vive
y obra EN nosotros, nos pondrá el deseo espontáneo de HUIR de todo aquello que
nos aparte de Dios, de luchar constantemente con todo tipo de tentaciones, de
perseverar en una vida pura y de mantener firme la visión de nuestro destino
eterno.
Es por la GRACIA y la MISERICORDIA de Dios que su perdón
se mantiene a tu total disposición.
Es por la GRACIA y la MISERICORDIA de Dios que su perdón
te libra del juicio venidero.
Es por la GRACIA y la MISERICORDIA de Dios que su perdón
es una constante oportunidad a tu favor.
Es por la GRACIA y la MISERICORDIA de Dios que tu nombre
ha sido inscrito en los cielos.
TWITTER.
@JAlfredoLievano
1 comentario:
AMEN!
Publicar un comentario