Estamos viviendo en medio de un ambiente altamente contaminado por la maldad. Muchos no se han percatado de la gravedad del asunto pensando que todo está muy bien. Sin embargo no es así, pues las evidencias de la maldad se respiran por todos lados, tal y como en los días de Noé. La verdad es que las cosas no están nada bien sobre la tierra.
No queda la menor duda que estamos igual o peor que en los días de Noé.
Veamos:
Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continua solamente al mal.
Génesis 6:5
Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miro Dios la tierra, y aquí que estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.
Génesis 6:11-12
Cualquier parecido es pura coincidencia, pero los tiempos actuales no van conforme al querer de Dios.
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Estamos viviendo en tiempos de extrema maldad.
¡Los hechos lo confirman!
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Repentinamente Dios enviará juicios para frenarla, ya que nadie quiere “oír” y “obedecer” su voz.
Nadie quiere atender sus advertencias que desde “temprano y sin cesar” hace por diversos medios y circunstancias.
Dios está advirtiendo, y lo triste de ello, es que muchos de los que dicen llamarse cristianos se han constituido en piedras de escándalo para los demás con su pésimo testimonio, agravando aun más la situación.
En este ambiente viciado por la maldad, es cuando todos los cristianos del mundo, hemos de proponernos llevar una vida agradable a Dios para que influyamos para bien.
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¿Qué es agradar a Dios?
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Es reflejar espontáneamente una vida apegada a su Palabra...
Es defender todo el tiempo el contenido de las enseñanzas del evangelio...
Es apartarse de las malas influencias...
Es mantenerse firmes en sus enseñanzas...
Es creerle a pesar de verlo todo al revés...
Tomemos aquel consejo que el apóstol Juan hace en su tercera carta:
Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo no ha visto a Dios.
III Juan, 10
El consejo y la advertencia para estos tiempos mal influenciables son muy claros.
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Propongámonos en agradar a Dios.
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Oremos para que su Espíritu nos impulse a hacerlo de manera espontánea.
Es tiempo de alumbrar con fuerza en medio de las tinieblas circundantes.
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