Estamos
en proceso de restauración.
¿Desde cuándo?... Desde que Cristo nos justificó y nos salvó
por haber creído en su obra redentora a favor nuestro en la cruz. “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para
con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en
la esperanza de la gloria de Dios. Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por
él seremos salvos de la ira” (Romanos
5:1-2, 8-9). Desde el preciso momento que confesamos nuestra fe
en Cristo como Señor y Salvador, adquirimos una nueva identidad como “hijos de
Dios”. “Mas a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13) . Desde ese preciso instante fuimos “sellados”
para siempre con el Espíritu Santo. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad,
el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta
la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria. (Efesios 1:13-14).
Estamos
en proceso de restauración.
Dios ha
comenzado a hacer una obra maravillosa en cada uno de nosotros, la cual mantiene
activa y constante en todo momento. “Estando persuadido
de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta
el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
Dentro de este proceso él está re-orientando nuestra historia personal de
manera incomprensible hacia su propósito original, hacia el centro perfecto de
su voluntad; sabemos que todo lo que nos acontece ahora va encaminado hacia ese
fin. “Y sabemos
que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los
que conforme a su propósito son llamados” (Romanos
8:28). Así también simultáneamente, su Espíritu opera en nuestro
interior cambios profundos; los pensamientos están siendo iluminados, las emociones
están siendo sanadas, los sentimientos son sensibilizados y la voluntad está
siendo motivada hacia la obediencia espontánea. Un proceso que lleva hacia a
una transformación radical en la que todas las cosas son “hechas nuevas”. “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas” (2 Corintios
5:17).
Estamos
en proceso de restauración.
Dentro de este
proceso, nos corresponde mantenernos despiertos y fuertes todo el tiempo.
¡Despiertos!... Poniendo atención a la Palabra de Dios
mediante su lectura, estudio y meditación para que sepamos que hacer y cómo
proceder ante toda circunstancia.
¡Fuertes!... Orando en todo momento; para enfrentarnos
a nuestras tendencias pecaminosas, a las seducciones del mundo y a las
estrategias satánicas.
Estamos
en proceso de restauración.
¡No
quedaremos a la deriva!
¡Nada
es casualidad!
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José Alfredo Liévano.
PENSEMOS EN DIOS
@JAlfredoLievano
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