Las enseñanzas de Jesucristo son determinantes, claras y directas; y ante ellas solo queda aceptarlas o rechazarlas, trayendo para ambos casos sus consecuencias, ya sea para bien o para mal.
Dice la Palabra de Dios: "Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal... escoge, pues la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando al Eterno Dios, atendiendo su voz, y siguiéndole a él, porque él es vida para ti, y prolongación de tus días" (Dt 30,15.19.20)
Al proceder conforme a las enseñanzas de la Palabra de Dios, es obvio que se vivan consecuencias de enorme bendición en las diversas áreas de la vida; pero si se procede de manera contraria, necesariamente se enfrentan consecuencias irreversibles de dolor y frustración.
Es de esperarse que alguna vez se hayan tomado decisiones deliberadas que NO estaban en conformidad con la voluntad de Dios, y con el paso del tiempo se fueron desencadenando situaciones de las cuales ya no se pudieron evitar o salir. Ante tales consecuencias...
¿Será demasiado tarde?
¿La sentencia definitiva de Dios está dada?
¿No hay oportunidad para reivindicarse?
Para Dios, no es demasiado tarde para restaurar a partir de las consecuencias irreversibles ocasionadas por la desobediencia a sus enseñanzas; solo basta reconocerlo ante él, abandonarse bajo su infinita misericordia, tomar la firme determinación de seguir sus caminos, mantenerse atentos a sus enseñanzas y descansar en su proceso de restauración...
"No se acuerden de las cosas pasadas, ni traigan a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva, pronto saldrá a la luz. ¿no la conocerán? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad" (Is 43, 18-19)
No hay comentarios:
Publicar un comentario